Acontecieron cinco largos e intensos días en los que apenas
se movió de su lado. Francisca se movía entre el plano de la consciencia y la
inconsciencia, aunque la fiebre iba descendiendo paulatinamente a medida que
transcurrían las horas. Las medicinas y cuidados de Raimundo, estaban dando sus
frutos.
De día, se desvivía por
atenderla. Observando cada ligero cambio que se producía en ella. Volviendo a
respirar de tranquilidad cuando Don Pablo, el médico, le informó que Francisca
se estaba recuperando. De noche, dormía abrazado a ella, velando sus sueños y
convirtiendo en realidad los suyos.
No había podido apartar de su mente
el beso que compartieron la noche de su llegada al Jaral. Le quemaban los
labios por probarla de nuevo y aún conservaba en ellos su sabor. Sabía que
sería poco probable, por no decir imposible, que algo semejante pudiera volver
a producirse. ¿Cómo derribar los muros que Francisca había construido a lo
largo de los años? ¿Cómo explicarle que en las tres semanas que llevaba en el
pueblo, había hecho todo lo humanamente posible por no cruzarse en su camino, a
pesar de saber del interés que ella mostraba? Tenía sus propios motivos para
haber actuado como lo había hecho. El miedo a un reencuentro después de tantos
años, jugaba un peso importante. Temor a sus propios sentimientos. Y ahora,
también a los de ella.
………….
- Doña Francisca, se encuentra
usted perfectamente -. Don Pablo terminó de quitarse el estetoscopio con el que
había auscultado su respiración. - Se ha recuperado de manera satisfactoria -,
sonrió. - Es evidente que los cuidados que ha recibido han sido excelentes -.
Quiso hacer oídos sordos a las
palabras que acababa de referirle el doctor. Tenía una sensación extraña en la
boca del estómago, y es que no podía dejar de pensar en Raimundo. El por qué,
no sabría definirlo. Había tenido multitud de ensoñaciones estos días pasados
en los que él era el único y total protagonista.
Sentía miedo ante el hecho de que
el propio Raimundo hubiera estado junto a su lecho. Cuidándola. Mimándola. Y
luego estaba aquel beso que recordaba tan vívidamente como si realmente sí se
hubiese producido. Inconscientemente, llevó sus dedos hasta los labios y cerró
los ojos. Podía sentir la calidez de Raimundo en ellos. Su sabor…
Debía abandonar aquella locura en
ese mismo instante. Aprovecharía las buenas noticias del de Don Pablo para
abandonar el Jaral y regresar a la tranquilidad de la casona. Pero también a la
soledad que en ella reinaba. Al menos allí, se sentía segura y sus sentimientos
se mantenían a salvo.
De pronto, María entró en la
habitación, rompiendo en silencio reinante en la habitación. Afortunadamente,
Don Pablo estaba de espaldas a ella y no había sido testigo de su turbación. Al
ver a su ahijada, sus ojos se iluminaron y bailaron de felicidad.
- ¡María, mi niña! -, hizo amago
de ponerse en pie, pero la joven no se lo permitió. - Oh vamos, estoy
perfectamente -, replicó. - Don Pablo, aquí presente te lo puede confirmar -.
- Así es -, se volvió hacia
ellas. - No hay motivo por el cual no pueda levantarse e incluso regresar a su
casa. De hecho, las dos pueden hacerlo. Ambas están totalmente recuperadas -.
…………………
Francisca terminaba de doblar el
camisón que había llevado durante estos días. Se notaba mareada. Abrumada por
todo lo que María le había contado. No podía creer que lo que había pensado que
era producto de su delirio, realmente sí se hubiera producido. Raimundo había
estado junto a ella todo este tiempo. ¡Todo había sido real!
Todo…
Llevaba toda la mañana alargando
el momento de marcharse, solo esperando que él apareciese por la puerta.
Ansiaba verle. Enfrentarse a todo lo que había ocurrido entre ellos. Pedirle
las explicaciones pertinentes…
Más Raimundo no apareció. Era
hora de guardar en el fondo de su memoria y en lo más profundo de su corazón,
aquellos hermosos y preciados recuerdos que ninguno parecía dispuesto a querer
asumir.
Dejó el camisón sobre la cama, y
se salió. María debía estar esperándola para regresar a la casona.
…………
Había observado todos y cada uno
de sus movimientos escondido en la intimidad de las sombras del corredor. Junto
a la puerta. En un primer momento, había casi corrido hasta la habitación
cuando le informaron que Francisca estaba totalmente recuperada. Sin embargo,
cuanto más cerca se encontraba de ella, su ímpetu y sus emociones fueron
diluyéndose hasta detenerse de golpe apenas a unos pasos de la alcoba.
Durante todos estos días pasados,
se había repetido a sí mismo una y otra vez, que las cosas iban a cambiar. Que
al fin se enfrentaría a lo que sentía por ella y lucharía por un futuro juntos.
Pero las dudas acerca de que Francisca no recordara los preciados momentos que
habían compartido minaron su fortaleza de ánimo.
Tal vez no era el momento más
apropiado para enfrentarse a la realidad.
Se acercó lentamente hasta la
cama que la había guarecido todo este tiempo. La que los había cobijado a ambos
y que encerraba ya tantos recuerdos. Tomó entre sus manos el camisón de
Francisca, acercándolo lentamente hasta su rostro. Aspirando su aroma.
Llenándose de él.
- Francisca… -, susurró en un
murmullo casi inaudible.
- Dijiste que cuidarías de mí -.
Francisca permanecía de pie junto a la puerta, con las lágrimas temblándole en
los ojos. Con la mirada clavada en su espalda. - Dijiste que jamás te
marcharías de mi lado… -.
En un último impulso, había
regresado tras sus pasos con la sensación de que tal vez pudiera verle antes de
partir. Así le había descubierto junto a su cama. Recordando igual que lo hacía
ella.
Raimundo aferró con fuerza el
camisón entre sus manos, pero no tuvo valor para volverse hacia ella y mirarle
a los ojos.
- ¿Lo recuerdas? -. Fueron las
únicas palabras que salieron de sus labios.
- Mírame Raimundo -. Pero él
seguía sin tener la valentía suficiente para enfrentarse a ella. - ¡Mírame…! ¡Te
quiero! -. Le gritó con la voz rota. - ¿Es que no tienes nada que decir? -.
Silencio. Ni una mirada. Ni una
palabra lanzada al aire…
Se tragó las lágrimas para evitar
derramarlas. Ni una más, se repitió a sí misma. Había confiado en que
todo podría cambiar entre ellos, que a pesar de todo lo que habían padecido
quizá existía una oportunidad para su amor. Sin embargo, quedaba más que
evidente que Raimundo no estaba dispuesto a arriesgar.
Sin pronunciar una sola palabra
más, dio media vuelta dispuesta a irse y no echar la vista atrás.
- Te amo -. Sintió los brazos de
Raimundo rodeándole la cintura, y su voz susurrándole junto a la sien. - Te amo
-, repitió instantes antes de enterrar los labios en su cuello. Derramando
millones de besos en la sensible y tierna piel. - ¿Necesitas que añada algo
más? -, bromeó.
Francisca dejó caer la cabeza
sobre su hombro y se giró buscando su boca. Tentándola mientras sus alientos se
entremezclaban. Aquellos tímidos roces iniciales dieron paso a un contacto más
profundo cuando Francisca se revolvió entre sus brazos y alzó sus manos hasta
situarlas tras la nuca de él. Raimundo se perdió en sus caricias y terminó por
enmarcar su rostro, mordisqueando la tierna y sensible piel de sus labios hasta
que consiguió que se abrieran solo para él. Sus lenguas se encontraron a medio
camino, comenzando a enredarse en un baile sensual que les devolvió la vida.
- Jamás habré de dejarte, mi
bien. Te amaré y te cuidaré hasta el fin de mis días…-.
Francisca acarició sus labios con la yema de los dedos, incapaz de creer que aquello estuviera sucediendo. Delirios de realidad de los que nunca tendría que despertar.
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ResponderEliminarGracias por hacernos vivir tan intensamente las emociones que en la serie se nos niegan... gracias mil ;)
ResponderEliminarGracias a ti por pasarte por aquí!
EliminarEnbuenahora!!!!que haz escrito este relato encantador!!! Me gusta entrar en este rincón y poder deleitarse con historias tan llenas de amor.Muchas gracias y por mas!!!!Un abrazo a la distancia.
ResponderEliminarMuchas gracias, me alegro que lo hayas disfrutado!
EliminarEl relato no podía tener un final mejor que este! Como sueño que la epidemia de estos capitulos traiga los mismos resultados...
ResponderEliminarOjalá sea así... Y si no, pues habrá que escribirlo jejeje
EliminarGracias por tu comentario!