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jueves, 14 de abril de 2016

CUIDARÉ DE TI (Final)



Acontecieron cinco largos e intensos días en los que apenas se movió de su lado. Francisca se movía entre el plano de la consciencia y la inconsciencia, aunque la fiebre iba descendiendo paulatinamente a medida que transcurrían las horas. Las medicinas y cuidados de Raimundo, estaban dando sus frutos.

De día, se desvivía por atenderla. Observando cada ligero cambio que se producía en ella. Volviendo a respirar de tranquilidad cuando Don Pablo, el médico, le informó que Francisca se estaba recuperando. De noche, dormía abrazado a ella, velando sus sueños y convirtiendo en realidad los suyos.

No había podido apartar de su mente el beso que compartieron la noche de su llegada al Jaral. Le quemaban los labios por probarla de nuevo y aún conservaba en ellos su sabor. Sabía que sería poco probable, por no decir imposible, que algo semejante pudiera volver a producirse. ¿Cómo derribar los muros que Francisca había construido a lo largo de los años? ¿Cómo explicarle que en las tres semanas que llevaba en el pueblo, había hecho todo lo humanamente posible por no cruzarse en su camino, a pesar de saber del interés que ella mostraba? Tenía sus propios motivos para haber actuado como lo había hecho. El miedo a un reencuentro después de tantos años, jugaba un peso importante. Temor a sus propios sentimientos. Y ahora, también a los de ella.

………….

- Doña Francisca, se encuentra usted perfectamente -. Don Pablo terminó de quitarse el estetoscopio con el que había auscultado su respiración. - Se ha recuperado de manera satisfactoria -, sonrió. - Es evidente que los cuidados que ha recibido han sido excelentes -.

Quiso hacer oídos sordos a las palabras que acababa de referirle el doctor. Tenía una sensación extraña en la boca del estómago, y es que no podía dejar de pensar en Raimundo. El por qué, no sabría definirlo. Había tenido multitud de ensoñaciones estos días pasados en los que él era el único y total protagonista.

Sentía miedo ante el hecho de que el propio Raimundo hubiera estado junto a su lecho. Cuidándola. Mimándola. Y luego estaba aquel beso que recordaba tan vívidamente como si realmente sí se hubiese producido. Inconscientemente, llevó sus dedos hasta los labios y cerró los ojos. Podía sentir la calidez de Raimundo en ellos. Su sabor…

Debía abandonar aquella locura en ese mismo instante. Aprovecharía las buenas noticias del de Don Pablo para abandonar el Jaral y regresar a la tranquilidad de la casona. Pero también a la soledad que en ella reinaba. Al menos allí, se sentía segura y sus sentimientos se mantenían a salvo.

De pronto, María entró en la habitación, rompiendo en silencio reinante en la habitación. Afortunadamente, Don Pablo estaba de espaldas a ella y no había sido testigo de su turbación. Al ver a su ahijada, sus ojos se iluminaron y bailaron de felicidad.

- ¡María, mi niña! -, hizo amago de ponerse en pie, pero la joven no se lo permitió. - Oh vamos, estoy perfectamente -, replicó. - Don Pablo, aquí presente te lo puede confirmar -.

- Así es -, se volvió hacia ellas. - No hay motivo por el cual no pueda levantarse e incluso regresar a su casa. De hecho, las dos pueden hacerlo. Ambas están totalmente recuperadas -.

…………………

Francisca terminaba de doblar el camisón que había llevado durante estos días. Se notaba mareada. Abrumada por todo lo que María le había contado. No podía creer que lo que había pensado que era producto de su delirio, realmente sí se hubiera producido. Raimundo había estado junto a ella todo este tiempo. ¡Todo había sido real!

Todo…

Llevaba toda la mañana alargando el momento de marcharse, solo esperando que él apareciese por la puerta. Ansiaba verle. Enfrentarse a todo lo que había ocurrido entre ellos. Pedirle las explicaciones pertinentes…

Más Raimundo no apareció. Era hora de guardar en el fondo de su memoria y en lo más profundo de su corazón, aquellos hermosos y preciados recuerdos que ninguno parecía dispuesto a querer asumir.

Dejó el camisón sobre la cama, y se salió. María debía estar esperándola para regresar a la casona.

…………

Había observado todos y cada uno de sus movimientos escondido en la intimidad de las sombras del corredor. Junto a la puerta. En un primer momento, había casi corrido hasta la habitación cuando le informaron que Francisca estaba totalmente recuperada. Sin embargo, cuanto más cerca se encontraba de ella, su ímpetu y sus emociones fueron diluyéndose hasta detenerse de golpe apenas a unos pasos de la alcoba.

Durante todos estos días pasados, se había repetido a sí mismo una y otra vez, que las cosas iban a cambiar. Que al fin se enfrentaría a lo que sentía por ella y lucharía por un futuro juntos. Pero las dudas acerca de que Francisca no recordara los preciados momentos que habían compartido minaron su fortaleza de ánimo.

Tal vez no era el momento más apropiado para enfrentarse a la realidad.

Se acercó lentamente hasta la cama que la había guarecido todo este tiempo. La que los había cobijado a ambos y que encerraba ya tantos recuerdos. Tomó entre sus manos el camisón de Francisca, acercándolo lentamente hasta su rostro. Aspirando su aroma. Llenándose de él.

- Francisca… -, susurró en un murmullo casi inaudible.

- Dijiste que cuidarías de mí -. Francisca permanecía de pie junto a la puerta, con las lágrimas temblándole en los ojos. Con la mirada clavada en su espalda. - Dijiste que jamás te marcharías de mi lado… -.

En un último impulso, había regresado tras sus pasos con la sensación de que tal vez pudiera verle antes de partir. Así le había descubierto junto a su cama. Recordando igual que lo hacía ella.

Raimundo aferró con fuerza el camisón entre sus manos, pero no tuvo valor para volverse hacia ella y mirarle a los ojos.

- ¿Lo recuerdas? -. Fueron las únicas palabras que salieron de sus labios.

- Mírame Raimundo -. Pero él seguía sin tener la valentía suficiente para enfrentarse a ella. - ¡Mírame…! ¡Te quiero! -. Le gritó con la voz rota. - ¿Es que no tienes nada que decir? -.

Silencio. Ni una mirada. Ni una palabra lanzada al aire…

Se tragó las lágrimas para evitar derramarlas. Ni una más, se repitió a sí misma. Había confiado en que todo podría cambiar entre ellos, que a pesar de todo lo que habían padecido quizá existía una oportunidad para su amor. Sin embargo, quedaba más que evidente que Raimundo no estaba dispuesto a arriesgar.

Sin pronunciar una sola palabra más, dio media vuelta dispuesta a irse y no echar la vista atrás.

- Te amo -. Sintió los brazos de Raimundo rodeándole la cintura, y su voz susurrándole junto a la sien. - Te amo -, repitió instantes antes de enterrar los labios en su cuello. Derramando millones de besos en la sensible y tierna piel. - ¿Necesitas que añada algo más? -, bromeó.

Francisca dejó caer la cabeza sobre su hombro y se giró buscando su boca. Tentándola mientras sus alientos se entremezclaban. Aquellos tímidos roces iniciales dieron paso a un contacto más profundo cuando Francisca se revolvió entre sus brazos y alzó sus manos hasta situarlas tras la nuca de él. Raimundo se perdió en sus caricias y terminó por enmarcar su rostro, mordisqueando la tierna y sensible piel de sus labios hasta que consiguió que se abrieran solo para él. Sus lenguas se encontraron a medio camino, comenzando a enredarse en un baile sensual que les devolvió la vida.

- Jamás habré de dejarte, mi bien. Te amaré y te cuidaré hasta el fin de mis días…-.
 
Francisca acarició sus labios con la yema de los dedos, incapaz de creer que aquello estuviera sucediendo. Delirios de realidad de los que nunca tendría que despertar.

7 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Gracias por hacernos vivir tan intensamente las emociones que en la serie se nos niegan... gracias mil ;)

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  3. Enbuenahora!!!!que haz escrito este relato encantador!!! Me gusta entrar en este rincón y poder deleitarse con historias tan llenas de amor.Muchas gracias y por mas!!!!Un abrazo a la distancia.

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  4. El relato no podía tener un final mejor que este! Como sueño que la epidemia de estos capitulos traiga los mismos resultados...

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    1. Ojalá sea así... Y si no, pues habrá que escribirlo jejeje
      Gracias por tu comentario!

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