- ¿El…el pajar? -. La voz de
Francisca temblaba ante la sola mención de aquel lugar. - ¿Y por qué allí? -.
Tragó saliva con premura. – Raimundo, no creo que sea una buena idea… -.
Él sonrió de medio lado arqueando
una de sus cejas. – No voy a hacerte nada, si es de lo que sientes miedo
Francisca… -.
Aquello la enfureció.
- ¿Miedo?
¡Yo no tengo miedo de nada! -. Y cojeando, se dirigió hasta allí seguida por un
sonriente Raimundo.
Se sentó sobre una paca de heno,
temblando por dentro solo por lo que pasaba por su mente en aquellos instantes.
Había pasado tanto tiempo desde que no pisaba ese lugar en su compañía, que se sentido
de pronto frágil como una flor. Nerviosa. Inquieta. Y es que los recuerdos de
lo vivido con él en ese lugar, se agolpaban en su mente haciéndole rememorar un
tiempo en el que sí fue feliz. Desgraciadamente, poco quedaba de aquello.
Únicamente su amor inquebrantable por él. Aquel seguía intacto desde entonces.
Raimundo estaba arrodillado a su
lado examinando su tobillo. Le había despojado de la bota, y con dedos
temblorosos palpaba el hinchado pie por encima de la media.
- No creo que sea nada importante
-. Su voz sonaba pastosa debido al incipiente deseo que crecía en él. Estaba
haciendo verdaderos esfuerzos por no tumbarla sobre aquel montón de paja y
hacerle el amor una y otra vez hasta que ambos estuvieran saciados. Alzó los
ojos hacia ella. – Cuando estés en la Casona, pide que alguna doncella te ponga
un poco de hielo para bajar la hinchazón -.
Proseguía acariciándola mientras
le hablaba, y ella sintió un estremecimiento que le recorrió el cuerpo.
Raimundo percibió que temblaba bajo sus manos y aquel simple acto le hizo
albergar esperanzas de que, tal vez, el amor que Francisca sintió una vez por
él no hubiera muerto.
Poco a poco se fue incorporando
hasta quedar de rodillas frente a su rostro. El ambiente se había vuelto denso.
Nada se escuchaba salvo dos respiraciones erráticas.
Francisca miraba le miraba a los
ojos mientras luchaba por respirar. Se notaba el corazón en la boca y las manos,
que tenía apoyadas a ambos lados de su cuerpo, le temblaban de anticipación.
Bajó los ojos hacia sus labios y aquello fue su perdición. En un
acto reflejo, humedeció los suyos propios con la lengua. Raimundo dejó escapar
un suave gemido al observarla y se acercó un poco más a ella. Apoyó la frente en
la suya y ambos cerraron los ojos.
- ¿Tú también lo recuerdas,
verdad? -, musitó sin separarse de ella. – Aquí, en este mismo lugar.
Mis manos desnudándote muy despacio. Mi cuerpo sobre el tuyo. Acariciando tu
piel desnuda…amándonos Francisca…-.
- Raimundo por favor…no sigas…-,
sollozó ella. Seguía apoyada en él, y sin abrir los ojos, muy
lentamente, llevó sus manos hasta su rostro acariciándole con la yema de los
dedos. – Los recuerdos son demasiado dolorosos -.
- ¿Cómo pudimos terminar separados,
amor? -. Le acariciaba con ternura el cabello. - ¿Por qué no nos permitieron
ser felices? -.
Francisca se apartó de él para
poder mirarle a los ojos. Rozó sus labios con los suyos en una muda caricia. –
No podemos cambiar el pasado Raimundo…-. Cerró los ojos dejando que una lágrima
descendiera por su rostro. - ¿Para qué seguir torturándonos con algo que no tiene razón de ser? -.
Ahora fue él quien rozó su boca
con la de Francisca, bebiendo su aliento. - ¿Y por qué no cambiar nuestro
futuro, amor mío? -. Besó sus lágrimas. – Cada vez me cuesta más respirar
Francisca. Me mata no poder tenerte a mi lado -.
Ella tragó saliva sin poder
deshacer el nudo que le oprimía la garganta. – Yo…te amo Raimundo… es inútil
que lo niegue -. Rozó su mejilla con la punta de la nariz. – Pero nos separan
demasiadas cosas, mi amor…Nos hemos hecho tanto daño… -.
Raimundo comenzó a dejar un
rastro de suaves besos por todo el rostro de Francisca. – Yo también te sigo
amando, mi cielo. Para mí es una tortura tener que verte cada día y no poder
tocarte -. La atrajo hacia su pecho. – No poder besarte…-.
Se inclinó para poder tomar sus
labios, pero Francisca se apartó, poniéndose de pie.
– No puede ser Raimundo,
¿no lo entiendes? -. Se alejó de él abrazándose la cintura, quedándose de
espaldas.
- Lo que no puedo entender…-. Se
incorporó dirigiéndose hacia ella. -…es cómo puedes seguir negándote la
felicidad -. La tomó por los brazos y la giró, obligándole a mirarle. - ¡Te amo
Francisca! ¿Qué más necesitas? -.
- ¿Y cómo puedo estar segura
Raimundo? -, prorrumpió en sollozos. – También dijiste amarme hace años y aun así me
dejaste sola…-. Bajó la cabeza. – No soportaría volver a perderte. Esta vez no
lo resistiría… -.
- Mi vida… -.
Tomó su rostro con las
manos y la besó. Con ansia. Sus labios, cálidos y dominantes probaron de nuevo
los de ella hasta que Francisca sintió que estaba a punto de estallar. Se resistió apenas unos segundos para terminar rendida a la
necesidad de volver a sentir a Raimundo junto a ella. Entrelazó su lengua con
la de él, gimiendo con cada roce de sus cuerpos.
Sin despegarse, fueron moviéndose
hasta llegar a un pilar de paja. Raimundo se apartó de ella para quitarse la
chaqueta y ponerla encima. Después, volvió a centrarse en ella, en sus besos,
en su cuerpo. Con suma delicadeza, le hizo descender hasta que quedó tumbada. Y
él sobre ella.
En un movimiento que resultó más
brusco de lo esperado debido a la pasión que les estaba consumiendo, Francisca
volvió a notar dolor en su tobillo y emitió un quejido.
- Lo siento mi amor. ¿Te duele? -.
Francisca sonrió al escuchar el tono preocupado de su voz. Tomó entonces una de
las manos de Raimundo y la llevó hasta su pecho, poniéndola a la altura del
corazón.
- Siento un mayor dolor aquí -.
Raimundo notaba bajo su palma el aún turgente seno de Francisca y el rápido
latir de su corazón. – Me duele de amarte tanto… -.
Gimió antes de apoderarse de nuevo
de su boca mientras cerraba su mano sobre el pecho de Francisca. Ella deslizaba
las manos por su espalda hasta que llegó a su cuello. De ahí a desabrochar el
primer botón de la camisa de Raimundo solo se sucedieron segundos. Después del
primero vino el segundo. Luego el tercero. El cuarto. Y pronto, todos siguieron
el mismo camino.
Con más premura de la que quería
mostrar, Raimundo se incorporó para poder quitarse la camisa. En su acción, le
siguieron las manos de Francisca, que recorrían todo el pecho salpicado de
suave vello. Su boca y su lengua se unieron a las caricias de sus manos,
probando otra vez el sabor de la piel de Raimundo. Él le arrancó con fuerza la
hilera de botones a la espalda, que mantenían el vestido de Francisca aún en su
cuerpo.
Volvió a tumbarla sobre la paja
besando hambriento su cuello. Con sus manos, iba haciendo descender el vestido
por sus hombros, mordisqueando tiernamente cada trozo de piel que quedaba al
descubierto.
- Eres tan suave…tan dulce… -.
Todas las prendas que cubrían sus
cuerpos fueron eliminadas y gimieron al unísono al volver a sentirse de nuevo,
piel con piel.
-…Raimundo… -.
- Te quiero tanto, amor…te he
echado de menos…-.
No dejaban de mirarse, de
acariciarse. De recordarse. Raimundo aferró las manos de Francisca situándolas
encima de su cabeza.
- Eres mía Francisca. Y yo soy
tuyo. Jamás dejaremos de pertenecernos. Tú y yo, somos uno -, pronunció junto a
sus labios segundos antes de besarla de nuevo.
Volver a sentirse unidos de
aquella manera íntima, les provocó una placer mucho mayor que el que
recordaban. Se habían echado demasiado de menos como para no reconocerlo
abiertamente.
Raimundo se dejó caer con
delicadeza sobre el pecho de Francisca, que luchaba por recobrar el ritmo normal
de su respiración. Besó tiernamente su hombro antes de enfrentarla,
observándola de nuevo con una mirada tan cargada de amor que ella sintió que
los ojos se le llenaban de lágrimas.
- No voy a consentir que nada ni
nadie me separe de ti Francisca. Ni siquiera tú misma -.
Ella rozó su boca con los dedos.
– No me dejes nunca Raimundo. Nunca… -.
Volvieron a besarse, sabiendo que
esta vez nada podría separarles.
Lo decía yo que era para examinar el tobillo!
ResponderEliminarJajajaja :D
Pero bueno, dejando a un lado las bromas...amo amo amo estos relatos que acaban tan bien y casi hacen llorar porque también en la serie podría ser así ����
Espero con impaciencia el proximo relato!!!
Precioso Ruth, emocionante al máximo, gracias ;)
ResponderEliminarSin duda estos relatos donde se dejan llevar por la pasión, deseo, y sobre todo amor.Sacian nuestros deseos de ver esto plasmado en la televisión. Gracias y espero el próximo relato.
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