Ahora estaban cara a cara. Le
pareció vislumbrar una pequeña sonrisa en el rostro de ella que no acertó a
comprender. Lo ocurrido en los últimos minutos estaba trastocando su vida y su
entendimiento. Él, hombre cabal como era, estaba totalmente descolocado. De no
ser porque sentía el frío intenso de esa noche en sus huesos, pensaría que todo
era un sueño. Aún le quemaba el pecho en el mismo lugar en que ella había
posado sus manos. Esas mismas manos que ahora ella retorcía nerviosa.
- Dijiste que querías hablar –.
Rompió el tenso silencio que se había instalado en la estancia.
- Estás muy guapo Raimundo –.
De todas las cosas que esperaba o
imaginaba que ella pudiera decirle, jamás hubiera pensado en un cumplido. Y a
pesar de eso, no pudo evitar que su orgullo masculino se sintiera halagado.
Nunca le había preocupado que los demás le vieran guapo o atractivo. Pero le
encantaba verse así ante los ojos de ella. Recorrió la figura de Francisca
con posesividad, deteniéndose en las zonas en que su vestido marcaba sus
curvas. Estaba preciosa.
- Dudo mucho que hayas salido de tu casa a estas horas y en una noche como la presente, solo para decirme que estoy…
guapo –.
Francisca sonrió mientras
agachaba la cabeza. Obviamente no era la respuesta que hubiera esperado a su
cumplido, pero le encantó ver el desconcierto en sus ojos cuando lo hizo. Y
sobre todo, cómo él se había erguido orgulloso al escucharla.
- Ciertamente, no. No he venido a
eso –.
- ¿Y entonces? –.
Raimundo le
preguntó impaciente. Estaba empezando a sentirse nervioso, ya que la Francisca
que tenía frente a él era la misma con la que seguía soñando noche tras noche.
Por la que su corazón aún seguía latiendo con fuerza. Tembló cuando ella se fue
acercando lentamente hacia él.
El mundo no está hecho para los
cobardes, pensó Francisca. Y ella no era una cobarde, a pesar de haberse
comportado como tal durante tanto tiempo. No. Se acabó el tener miedo a amar.
Lo que sentía por Raimundo era precisamente lo que le daba las fuerzas para
seguir adelante.
- Quería despedirme de mi antigua
vida al mismo tiempo que lo hacía de este horrible año que ahora termina –.
- ¿Tu…antigua vida…? –.
Solo al
escucharse a sí mismo se dio cuenta de cómo temblaba su voz. Se negaba tan
siquiera a imaginar qué ella podría estar insinuando que renunciaba a quien se
había convertido por volver a ser la que siempre fue. La que aún vivía dentro
de él.
Francisca alzó su mano para
acariciar la mejilla de Raimundo. Sonrió abiertamente cuando esta vez él no se
apartó, sino que cerró los ojos al sentir la calidez de su piel.
- Quiero empezar de nuevo,
Raimundo –. Puso la mano que aún le quedaba libre en la otra mejilla de él, enmarcando finalmente su rostro. –
Empezar junto a ti, mi amor –. Rozó con temor sus labios con los suyos. Temor a
que él pudiera apartarse. Pero no lo hizo. Respondió a su beso con timidez al
principio, con más intensidad después.
Francisca apoyó su frente en la
de Raimundo sin dejar de tocar su rostro. Fuera, escucharon como la gente
celebraba la llegada del nuevo año. Notó como él aferraba su cintura con manos
temblorosas y emitió un leve jadeo al sentirle. Sus alientos se mezclaban
mientras se veían incapaces de alejarse el uno del otro.
- Feliz año, Raimundo… -
Pero él no contestó. Al
contrario, la empujó suavemente por la cintura apartándola de él. Sus ojos
brillaban y Francisca halló en ellos dolor. Dudas. Miedo a sufrir.
- Francisca…no puedo –. Ella sintió
el frío que dejó su separación cuando él se apartó y le dio la espalda. – No
puedes llegar ahora y pretender que olvide todo. Las cosas son como son y así
deben seguir siendo –.
Puede que eso dijera su boca,
pero no era lo que realmente sentía. Francisca no se dejó amedrentar por sus
palabras. Sabía que Raimundo reaccionaría así, pero esta vez no estaba
dispuesta a renunciar a él.
- Te quiero –, le dijo. Percibiendo
como su espalda se tensaba. Se acercó a él y le acarició. Deslizó su mano por
su columna. – Te quiero –. Rodeó su cintura con los brazos apoyando la cabeza en
la base de su nuca. – Te quiero… -, susurró, sintiéndole de nuevo temblar bajo
su cuerpo.
Adoro este relato! Y qué el Ulloa se olvide de sus dudas ;)
ResponderEliminarMe encanta cuando escribes de esta manera;romantica,pasional, es un deleite.Saludos y en la espera ansiosa de del siguiente relato.
ResponderEliminarMe encanta cuando escribes de esta manera;romantica,pasional, es un deleite.Saludos y en la espera ansiosa de del siguiente relato.
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