Llegó silbando hasta la posada de
su hija. Apenas era consciente de que había sido incapaz de borrar la sonrisa
de sus labios durante todo el trayecto desde la casona. Su vida había vuelto a
dar un vuelco en cuestión de un par de días. Algo a lo que debía estar
acostumbrado, pues su historia con Francisca estaba llena de altos y de bajos.
De idas y venidas. Y aunque en ocasiones había pensado que no sucumbiría de
nuevo a ese amor enfermizo, siempre regresaba al mismo punto de partida, que no
era otro que junto a ella.
Cerró los ojos evocando la noche
pasada. Después de haber creído que perdería a Francisca a manos de ese
desgraciado de Cristóbal Garrigues, tenerla una vez más entre sus brazos había
apaciguado algo de la rabia que sentía por dentro. Por su incomprensible e
injustificada detención. La suya y la del resto de paisanos del pueblo,
incluidos miembros de su propia familia. Apretó los puños al recordar cómo
Francisca había caído ensangrentada frente a sus ojos, sin haber podido hacer
nada por evitarlo.
No pudo hacerlo en aquel momento,
pero se trataba de algo que no iba a dejar pasar tan fácilmente. Le haría pagar
a ese malnacido cada golpe sufrido por su mano.
Volvió a recuperar la sonrisa
perdida cuando recordó sus manos acariciando cada herida de su rostro. Con la
misma suavidad con la que él había besado cada rincón de su cuerpo.
- ¿Debo intuir que su sonrisa
junto con esa dicha que se adivina en sus ojos es debido a mi persona? -.
El simple hecho de
reconocer su voz junto con el carácter burlón que destilaban sus palabras,
logró que se le mudase el rostro.
- Vaya, no me diga que no es así...-,
prosiguió chasqueando la lengua en fingida decepción. - Me siento algo
decepcionado -, fingió. - Pensé que se mostraría aliviado y hasta agradecido
por haber sido liberado -.
Raimundo apretó con fuerza los
puños hasta clavarse las uñas en las palmas de las manos, por no volverse hacia
él y hacerle tragar sus palabras una por una.
- ¿Agradecido por haber sido
liberado de una detención injusta? -, se giró lentamente hasta encararlo. - O
¿tal vez debería hacerlo por cada golpe que adorna mi rostro? -. Sus ojos
refulgían de rabia contenida.
- Vamos Ulloa no se altere... ya
sabe cómo funcionan estas cosas...-, comenzó a moverse en círculo alrededor de
él.
- Pues no, no lo sé -, respondió.
- Tal vez debería usted ilustrarme cómo se comportan los seres de peor ralea
para poder comprenderlo -.
- Cuidado -, le advirtió
Garrigues. - Le sugiero que no siga por ese camino si es que no desea buscarse
problemas -.
Raimundo sonrió satisfecho.
-
¿Problemas por decir lo que pienso? -, respondió. - ¿Acaso usted se da por
aludido con mis palabras? -.
Garrigues avanzó unos pasos hacia
él, con las manos enlazadas tras la espalda. - Me temo que no dispongo de
tiempo para discutir de estos asuntos con usted, Ulloa. Mis obligaciones como
intendente me llevan hoy hasta la casona -, dijo con toda intención, observando
su reacción. Conteniendo su entusiasmo al vislumbrar la curiosidad y la
inquietud en su rostro. - Pero no crea que sus insolencias caerán en saco roto
-.
Raimundo pareció no haber
escuchado esa última amenaza. Su corazón se había detenido al conocer el
destino de ese hombre aquella misma mañana.
- ¿La casona, dice? -, preguntó
tratando de no mostrar su preocupación, aunque sin éxito. - ¿Y qué es lo que
allí le lleva si puede saberse? -.
Garrigues comenzó a carcajearse
mientras se ponía el sombrero.
- No -, respondió. - No puede saberse -,
sentenció mientras salía por la puerta.
Raimundo se había quedado con los
pies clavados al suelo. Era imposible que él llegara a la casona antes que él,
y así poder avisar a Mauricio. Quería que estuviera al pendiente de Francisca
por si acaso esta corría peligro nuevamente.
Corrió hasta el teléfono de la
posada. Era la única manera de poder advertir de la llegada de Garrigues.
- Chelo, soy Raimundo. Ponme con
la casona, te lo ruego. Es urgente -.
……………..
- ¿Y qué es lo que se supone que
quiere ahora ese hombre? -, preguntó Francisca a su capataz. - ¿Raimundo no te
ha contado nada más? -.
El hombre negó con la cabeza. -
Ni él mismo sabía qué es lo que pretende ese desgraciado presentándose ante
usted, pero no duda de que poner en su conocimiento que venía hasta aquí era
totalmente premeditado -. Mauricio se acercó hasta su señora. - ¿Por qué no se
retira a su alcoba y me permite a mí recibirlo? Desconocemos sus intenciones…
¿y si pretende detenerla de nuevo? -.
Francisca bufó con desdén. - Si
así fuera Mauricio, dudo mucho que tú o cualquier persona pudiera contenerle.
La ley estaría de su parte -. Negó con la cabeza. - No, no creo que se trate de
eso. De ser así no me hubiera liberado a las primeras de cambio para poder
apresarme 24 horas después -. Inconscientemente, se abrazó por la cintura
cuando recordó su mirada y sobre todo, aquella sonrisa burlona que tan nefastos
recuerdos le traía.
- ¿Vuelve a encontrarse mal,
Señora? -. Mauricio la tomó por el brazo, en un gesto del que se arrepintió
casi de inmediato. Aquellas confianzas no eran propias de un capataz hacia su
señora. - Disculpe mi atrevimiento. Estoy preocupado por usted -.
Ella suspiró. - Lo sé Mauricio, y
te agradezco tu preocupación… es sólo que… -.
Interrumpió sus palabras cuando
ambos escucharon el timbre de la puerta.
- Márchese señora, déjeme a mí, se lo
ruego -.
Ella se irguió, dispuesta a hacer
frente a ese hombre que tanto le inquietaba. Deseaba conocer de una vez por
todas qué era lo que pretendía presentándose en el pueblo.
- No Mauricio, no me esconderé -,
afirmó orgullosa. - No es mi estilo, ya lo sabes -. Volvió su mirada hacia el
capataz. - Necesito que te encargues de otros menesteres. Investiga todo lo que
puedas de ese hombre. Su pasado, su presente… ¡todo! -. Bajó la mirada. -
Quiero conocer de dónde proviene, quién… quién es su familia… -. Se estremeció
al pensar en esa posibilidad que le aterraba. - Descubre todas sus miserias,
Mauricio. Te lo ruego -.
……….
La venganza es un plato que se
sirve frío. Muy frío. Y la suya había estado enfriándose pacientemente durante
más de 40 años. Francisca se lo había arrebatado todo, casi desde que podía
recordar. Y por fin había llegado el momento de cobrarse cada humillación y
desprecio que había padecido por su causa.
La odiaba. Como jamás pensó que
se podría odiar a alguien. Su resentimiento era visceral, nacido de lo más hondo.
Y se había ido emponzoñando aún más a lo largo de los años. Con cada traición.
Con cada mirada al fruto de sus entrañas, relegado siempre a un invisible
segundo plano. Con cada interrogante que planteaba su inocencia infantil y a
los que ella no podía dar respuesta.
Por eso se encargó de alimentar la semilla del
odio que ella misma había plantado en su pequeño e inocente corazón. Logrando
que aquel niño despierto de ojos castaños hiciera suya también su cruzada.
Acabar con aquella que le había
arrebatado lo que era suyo por derecho.
Si tan solo él despertara... todo
sería bien distinto. Pero su estado no había sufrido cambios desde hacía ya más
de 30 años. Su otroro cabello negro como el azabache, no era ya más que una
maraña de hebras grisáceas que ella misma se esmeraba en cepillar cada mañana.
Su rostro, fuerte y varonil, estaba surcado de las cicatrices que otorgan los
años... Y sin embargo, gracias también a sus continuos cuidados, su porte
seguía siendo imponente. Aterrador. El mismo que Cristóbal había heredado.
Se acercó hasta la cama y empapó
un paño en la jofaina que había sobre la mesita. Lo deslizó por sus mejillas.
Por sus labios.
- Te haremos justicia, amor mío
-, pronunció después de volver a dejar el paño humedecido sobre la mesa. - Tu
nombre volverá a resonar entre los muros de la casona, Salvador -.
¡¡¡ME HAS RESUCITADOOO A SALVADOR CASTROOOO!!!
ResponderEliminar¡¡¡Aaayyyy Señoor!!! que me da un parrango de los buenos y no me levantan ni los costaleros de la Santa Cena ������
Ya me tienes enganchada para el siguiente capítulos
Jajajaja ha sido todo un golpe de efecto, ¿no?
EliminarGracias 😘
Lo leo y no me lo creo! Y ahora de seguro que ese maldito hasta despierta!
ResponderEliminarYo también estoy super enganchada, acabo de leer este trozo y ya no veo la hora de leer el siguiente!
Despertará, por supuesto...!
EliminarGracias por seguir la historia!